¿Considera que otro reto, en especial para los Estados Unidos, es el de aceptar la nueva distribución de poder?
Sí. Tras ganar la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en una superpotencia con autoridad para fijar pautas al resto del mundo. Irak le enseñó una lección importante: la nación más rica del mundo no pudo imponerse a un país con el 10 por ciento de la población y el 1 por ciento del PBI estadounidenses. No nos gusta usar la palabra derrota, pero es obvio que los Estados Unidos perdieron la guerra en Irak y, en ese proceso, causaron la pérdida de vidas y de casi US$ 2 billones. Otro factor que influye en la nueva distribución del poder es el crecimiento de China. En vez de apuntar a la expansión militar, China se concentró en mejorar el bienestar de su gente. Y está lográndolo. La cuestión, para los Estados Unidos, es si aceptaremos estos cambios según los principios que declaramos seguir, los mercados y la globalización, o si el país pretenderá mantener el tipo de relación dominante del pasado.
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